miércoles, 31 de julio de 2013

SKIROS, LINARIA, 38º51N 024º32E



Nuestra primera isla de las Esporadas, la más grande. Casi en el centro del Egeo, llegamos tras un largo día en el mar.  
Después de intentar fondear al sureste, en una bahía con forma de pie y no ser posible, demasiado grande el barco, llegamos, justo a la puesta de sol a esta bahía, a Linaria.  El olor no es el mismo que en la zona con forma de pie, desierta, solo unas cabras, un olor a jara, a hierbas y especias magnífico. Aquí hay un pueblito con iglesia y en nuestro fondeo únicamente un velero suizo pequeño y nosotros. En la playa hay una taberna, aunque descubriremos que no es una, sino dos.
La mañana es activa, cosiendo un parche para la funda del dingui y el capitán fontanero, ¡pobre!. Y el corte de pelo, máquina en mano, la coleta se  le regala al Egeo.
 La tarde es de paseo por la playa, subimos la cuesta de la iglesia En su torre nadie se ha molestado en quitar las luces de navidad que todavía conserva. Entramos en un pequeño supermercado, uno de los dos que hay, muy limpio, en el que despachan padre e hijo. Físicamente son iguales, es impresionante, pero si te los encontraras por la calle nunca descubrirías su oficio, parecen un par de intelectuales, con su pelo largo, peinado hacia atrás. Uno cano y el otro moreno.
Visitamos también el otro supermercado, aquí una mujer enormemente gorda se sienta detrás de la caja y sonríe sin enseñar los dientes.
 En el bar, con vistas a la bahía, refrescamos el calor. A nuestro lado toma café un pope jóven y guapo. Desde allí, vemos entrar un velero enorme que fondea cerca nuestro.
En esta isla, la diosa Tetis, madre de Aquiles, enterada de la preparación de la guerra contra Troya, quiso preservar a su hijo de tal peligro, escondiéndole en Skiros, en la corte del rey Licomedes. Allí disfrazado de mujer se ocultó entre las mujeres de la familia real para no ser reconocido. Con lo que no contaba Tetis era con la astucia e ingenio de  Ulises, que descubrió el escondite y convenció finalmente a Aquiles para que le acompañara a  Troya donde encontró la muerte.

Nos vamos después del desayuno, nos visitan unos peces enormes de cola partida, se ven perfectamente a través del mar transparente,  no se que eran, muchos y grandes. No les gusta el pan que les ofrezco. No me atrevo a saltar al agua. 

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